Sunday, June 03, 2007

EL FACTOR FAMA

¿Es posible separar los medios de comunicación de los personajes mitológicos? ¿Es la distancia entre la realidad y la ficción la que alimenta a los medios, a ídolos y a espectadores?

Si hablamos de cine, vemos que es la misma Hollywood, desde 1920, la que se ha encargado de ser una fuente de producción de estrellas que en cada década trae nuevos mitos que son recordados por apelativos propagandísticos imposibles de desligar de la historia del cine. Algunos de los más recordados son el inolvidable latin lover Rodolfo Valentino como “el hombre que las amó a todas”, Greta Garbo como “la divina”; Gary Cooper, “la más grande estrella de la pantalla”; y James Dean, “el rebelde”.

Al argumento anterior se puede sumar el hecho de que Hollywood se encarga de crear en cada década los "sex-symbols”, famosos venerados, deseados y ‘dignos’ de imitar. En los cuarenta Rita Hayworth, en los cincuenta Marilyn Monroe, y "el animal más bello del mundo" Ava Gardner. Al mismo tiempo, la gran lista se alarga con las femmes fatales, los rebeldes sin causa, y los símbolos sexuales que llegaron al estrellato por su belleza, elegancia, o rebeldía como los siempre recordados Humphrey Bogart, Katharine Hepburn, Marlon Brando, Elizabeth Taylor, Elvis Presley, Paul Newman, y Robert Redford.

Pero son los medios y los fans los que se encargan de nombrar a los famosos, incluso destronando a algunos de los más mitológicos. Es el caso de Mary Pickford quien era conocida como la “novia de América” destronada por Julia Roberts que a su vez lo fue por Pamela Anderson a quien algunos llaman “la nueva novia de América”. Latinoamérica no es ajena a este fenómeno pues hemos tenido a nuestra propia “novia de América”, Libertad Lamarque, destronada por la popular cantante Lucero.

Este gran mercado alimenta a espectadores y a los mismos famosos quienes quieren parecerse a otras celebridades como la recién fallecida Anna Nicole Smith quien en posó en varias fotografías imitando el icono sexual Marilyn Monroe, o como la cantante pop canadiense Sherrie Lea Laird, vocalista de la banda Pandamonia, quien afirma ser la reencarnación de Monroe, y cuyas declaraciones fueron publicadas por Adrian Finkelstein en el libro “Marilyn Monroe Returns!: The Healing of a Soul.

Los simples mortales no sólo quieren copiar a sus ídolos sino que, con los avances de la cirugía cosmética, ahora quieren parecerse a ellos para así recibir un poco de su fama. Aprovechándose de este mercado, hospitales como el Kinway de Shanghai, especializado en cirugía plástica, promociona operaciones para convertir a sus pacientes en dobles idénticos a sus estrellas favoritas. Basta con parecerse en un 30% a una estrella para solicitar la operación que asegura aumentar en un 80% la similitud de su rostro y en un 100% si recibe la asesoría en maquillaje, corte de pelo y tipo de ropa del famoso.

Pero fama no es lo mismo que inmortalidad. Ser una celebridad en un momento dado no es garantía de permanencia a través de los tiempos. Ni siquiera suficiente para tener su propia estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, en cuyo suelo están colocadas más de 2000 estrellas con los nombres de celebridades a las cuales la Cámara de Comercio de Hollywood honra por su contribución a la industria del entretenimiento. Ser inmortal significa ser recordado por millones de personas alrededor del mundo, ser citado, ser imitado, convertirse en un icono de moda, de paz, de sexo, de libertad, de rebeldía.

Para ser inmortal es necesario haber roto con cánones y con esquemas. Odina y Halevi (1998:21) mencionan a celebridades como Madonna y Michael Jackson a quienes los caracterizó su capacidad de transformarse para su público seguidor que se sorprendía con su capacidad de re-invención. Obviamente, sus capacidades histriónicas no eran suficiente, necesitaban, como todos las celebridades, de un equipo asesor que les ayudara a ganar visibilidad y garantizar recordación entre sus fans. En la actualidad ocurre lo mismo con celebridades como Paris Hilton y Britney Spears quien a falta de un show artístico, se inventan escándalos que les permitan mantener un espacio en los medios. Por ejemplo, se dijo a principios de 2007 que Paris Hilton participaría junto a la estrella del mundo porno, Jenna Jameson en un reality show (http://www.virginterritorytheshow.com/) en el que desvirgarían a vírgenes de 18 a 35 años. Se decía que aunque ninguna de las dos había reconocido que participaría, tampoco habían desmentido que fueran a hacerlo. El escándalo de Britney Spears, por su parte, incluye su controversial desnudo en la cubierta de una revista, la visita de los servicios de protección al infante, su divorcio y un escándalo por un video que ella y su ex-esposo grabaron durante su luna de miel. ¿Cuál es el límite al que algunos famosos están dispuestos a llegar para mantener su fama? Para algunos la muerte, como le sucedió a Kurt Cobain, Marilyn Monroe, Anna Nicole Smith, Sid Vicious de Sex Pistols, e incluso, hay quienes dicen, a Elvis Presley.

La forma como los medios nos presentan a estas figuras, de una manera tan familiar, tan cercanas a nuestras vidas, puede llevar a excesos como lo aseguran algunos expertos al encontrar que el suicidio, accidental o no por los excesos que estos famosos llevan en sus vidas, tiene gran efecto en los índices de muerte de los jóvenes. Según un estudio realizado en Hong Kong “Hubo un incremento significativo en los suicidios que siguieron a la muerte de la celebridad, en comparación con el promedio de los tres meses precedentes…. Estuvo particularmente marcado en un subgrupo de varones… muchos de los cuales murieron lanzándose al vacío, al igual que el famoso cantante de pop”.

Pero el mercado de celebridades es tan fuerte que, aún después de su muerte, siguen acumulando millones de dólares. Según la revista Forbes, Elvis Presley, Marilyn Monroe, Marlon Brando, John Lennon, Andy Warhol y Ray Charles fueron las celebridades fallecidas que en el 2006 vendieron una fortuna por los derechos de sus obras. Sus seguidores de todos los tiempos continuarán viendo sus imágenes cedidas a la publicidad y comprando sus libros o discos, carteles, camisetas y demás objetos.

La nueva estrategia que muchas celebridades han encontrado para mantenerse vigentes ha sido la de convertirse súbitamente en unos completos filántropos, como lo citan Odina y Halevi (1998:64) al asegurar que para ser una verdadera leyenda se “debe tener los nobles rasgos de la heroicidad.” Es así como una larga lista de atletas, cantantes, directores, actores, escritores y millonarios entre los que se encuentran Shaquille O’neil, David Beckham, Elton John, Cher, Steven Spielberg, Clint Eastwoofd, Jackie Chan, Sharon Stone, J.K. Rowling, Bill Gates, y George Soros decidieron unirse a distintas causas humanitarias o establecer su propia fundación. ¿Es ésta una acción realmente desinteresada? Probablemente para algunos así lo sea, aunque para otros, las donaciones pueden simplemente representar el acceso a rebajas en el pago de impuestos o la forma de sentirse menos culpables cuando saben que con su fortuna se resolvería el problema de hambruna de un país entero.

¿Cuál es la razón para que millones de hombres y mujeres comunes quieran ser parte del selecto y estrecho mundo de celebridades? Odina y Halevi (1998: 51) aseguran que es la forma más cómoda y fácil de hacer un salto social para dejar de pertenecer a la masa gris y convertirse en una celebridad mediática. Es por esta razón que ésta es la década del boom de los reality show, un formato que apela a los sentimientos de los televidentes. “La televisión está cayendo en la búsqueda del efecto emocional gratuito antes que buscar la reflexión personal y el cuestionamiento del poder. En muchas ocasiones hay más preocupación por inducir al sentimiento, que a entregar algún contenido”. Este fue el diagnóstico hecho por el jurado de selección del IV Premio de Periodismo Latinoamericano. Odina y Halevi, por su parte, afirman que “La emoción convertida en devoción es el principal pilar de cualquier gran espectáculo” (1998:35).

Vilches (1995:9) identifica varios cambios en las formas de espectacularización entre televisión y espectador a través de la información, la ficción y el entretenimiento y que, a mi modo de ver, son empleados para expresar un valor como la fama: la transformación del star system: la tele­visión de los años 40 que crea su propio star system para competir con el cine y el teatro es en la actualidad el estrellato en el que comparten cámara anónimos, reinas y modelos y profesionales de la vieja escuela. El fin de la frontera entre público y priva­do: en los principios de la televisión, los personajes públicos nunca son vistos en espacios ni situaciones privadas y los sujetos privados nunca son los protagonistas de la pantalla. En la nueva televisión, los límites entre uno y otro espa­cio no son claros.

La interactividad de los sentimientos: la expresión sentimientos se daban como manifestación es­pontánea durante concursos o como expresión de dolor por alguna catás­trofe. En el reality show, todo es emoción, no sólo del mismo invitado, sino también del conductor del programa que llora con él.

Como aseguran Odina y Halevi (1998:61), “quien tiene vergüenza ni come ni almuerza”. Quien quiere entrar al codiciado círculo de la fama debe perder la vergüenza para permitir que se ventilen sus intimidades a la luz pública. Somos los mismos consumidores los que hemos ayudando a moldear este tipo de producto pues es así como los creadores y productores alimentan nuevos formatos y propuestas televisivas. Seremos los espectadores quienes decidimos si queremos conceder a centenares de seres grises sus quince minutos de gloria o si, por el contrario, aprendemos a identificar las diferencias entre la realidad y la ficción para vivir nuestra propia vida.

REFERENCIAS

Chan, Cecilia L.W. et al. Los efectos del suicidio de una celebridad en los índices de suicidio en Hong-Kong. Fuente: J AFFECT DISORD. 2006 JUL; 93(1)

Famous and Celebrity Philanthropists: http://youth.fdncenter.org/youth_celebrity.html

Odina, Mercedes y Halevi, Gabriel. El factor fama. Anagrama. Barcelona. 1998

Vilches, Lorenzo (1995) "La televerdad. Nuevas estrategias de mediación" En Revista Telos, número 43, en la siguiente dirección electrónica (URL): http://www.campused.net/html/telos/larevista/larevistatelos.htm