Sunday, February 21, 2010


Muros de Nadie




Cerca a la Plaza de las Luces, la pared de un parqueadero hace parte del paisaje, caleta de drogas, muro donde comparten espacio la tortuga, el delfín y la estrella de mar, el escudo de Nacional, la geisha y la mujer topless que posa feliz tras un gato mañoso. Un grupo de hombres juega a los dados mientras un borracho se balancea bajo la inscripción “A veces resulta interesante irse un poco lejos”. Los vendedores ambulantes se rebuscan el peso vendiendo cigarrillos menudeados, cacharros y ropa de segunda sobre sus tendidos descoloridos. Los jíbaros atienden a los clientes con disimulo atentos al ‘Hey, juega’ que anuncia que la policía está cerca. Un muro de lamentos sobre el que los habitantes de este sub-mundo se sintieron escuchados.

Descubrir marcas urbanas, implica conocer a nuevos artistas y diseñadores que se apoderan de la ciudad disfrazando el vandalismo del que son acusados bajo la naturalidad con la que se lanzan a las calles a plena luz del día o en la clandestinidad de la noche. Basta con ingresar un par de palabras en un motor de búsqueda en Internet para, en cuestión de minutos, encontrar portales de grupos como Popular de Lujo de Bogotá y Estudio Agite de Medellín dedicados a estudiar y estimular la producción gráfica popular y urbana. Llegar a los individuos no es fácil, pero el primer contacto es suficiente para llegar a los demás. De Stink Fish, de Excusa2 de Bogotá a Johnny Panick, y de Johnny Panick a Malk. Daniel fue pura casualidad.

Johnny Panick tiene 25 años, cabello negro ensortijado y un piercing en el trago de cada oreja. Este recién egresado de Diseño Industrial de la Universidad Pontificia Bolivariana integrante del Colectivo Tour está dedicado al esténcil y los autoadhesivos desde hace dos años. Con gran fluidez explica que el esténcil es la utilización de una plantilla como un recurso serigráfico para una aplicación con aerosol sobre una pared que involucra el previo recorte y el armado de la plantilla y que los stickers son el primer boceto de un esténcil, adheribles sobre superficies lisas en espacios de circulación cerrada.



Mala Leche, Bad Soja o Malk, cualquiera de los tres seudónimos, graduado de Artes Plásticas de la Universidad Nacional, no hace parte de ningún colectivo. Ojos grandes pestañones, cara larga cubierta con una barba de tres días y uñas que delatan el artista. Utiliza aerosoles a mano alzada –Freestyle- sin buscar la limpieza que persiguen graffiteros clásicos. También hace cartelismo, que como el esténcil, se presta para intervenir con rapidez.



Daniel, 25 años, es estudiante de Artes Plásticas de la Universidad Nacional. Se me presentó en la sala de exhibición Cuatro Patios dirigida por Tony Evanko. Me aseguró que él y sus amigos –ex – Nabis- eran lo que estaba buscando. Este conversador -no dejó hablar a sus compañeros- dice estar en constante búsqueda de una propuesta pictórica con técnicas tradicionales como los pinceles y el vinilo.



Pero dentro de estas técnicas tan distintas ¿cuál es el orden, si es que hay algo que caracteriza el graffiti actual de Medellín? En 1987, Armando Silva publicó Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti en el que identificó siete valencias para que un ‘rayón’ pudiese ser considerado graffiti: Marginalidad, Anonimato, Espontaneidad, Escenicidad, Velocidad, Precariedad y Fugacidad. Aunque la fugacidad y la precariedad siguen caracterizando el graffiti, me atrevo a afirmar que las demás valencias están en evolución.



 

RASGOS DE SIEMPRE


Una lata de aerosol cuesta alrededor de nueve mil pesos y un frasco de vinilo cuatro mil, son asequibles y prácticos de llevar a cualquier parte. A eso se refiere la precariedad. Johnny Panick, por ejemplo, siempre lleva por lo menos una lata de aerosol donde quiera que vaya, especialmente si tiene con quien rayar.



La fugacidad habla de su efímera duración, la posibilidad de desaparecer o ser modificados. Es muy probable que un muro limpio sea rayado y que a las dos semanas esté intervenido con otras inscripciones como si hubiese sido una invitación a rayar. O se llena de carteles oficiales que cubren los graffiti convirtiéndose en una guerra extraña entre ‘cartelistas’ y ‘graffiteros’. Aunque los graffiteros siempre aspiran a que su obra permanezca visible por lo menos una semana, también puede ocurrir que la pared sea pintada de nuevo.

Para minimizar la fugacidad de su obra, el estencilero hace un recorrido estampando la misma pieza. A Malk le gusta habitar el lugar, casi siempre una esquina, intervenirlo lentamente para saber cuando se puede pintar y cuanto tiempo va a permanecer su trabajo. Aunque la fugacidad es una valencia que se mantiene, cada que un graffiti pierde espacio en un muro, tiene la posibilidad de ganar un sitio en Internet trascendiendo al resto mundo.

VALENCIAS EN EVOLUCIÓN



Desde sus orígenes, el graffiti ha sido el canal alternativo de mensajes erótico-sexuales, de consigna, religiosos o reivindicatorios. En mayo del 68, el muro fue el medio a través del cual se consignaron las protestas que esperaban cambiar radicalmente la sociedad y el Subway de Nueva York fue el telón sobre el cual negros e hispanos buscaron ser reconocidos por fuera de los límites de su ghetto.



Treinta años después de que Silva se refiriera a la marginalidad del graffiti, las paredes siguen siendo el papel para quienes quieren protestar contra las maquinarias partidistas de sus desafectos, pero también para quienes buscan hacerse un nicho de consumidores potenciales y quienes ven la imagen como una forma de participación social.



Tour utiliza el espacio público porque es la forma más fácil de llegar a la gente que no tiene acceso a Internet o a un centro comercial. “Como sé que el colectivo se puede volver una marca, utilizo este medio para mercadearla porque con el hecho de rayar Tour, Tour, Tour podemos llegar a ser un producto o simplemente un referente gráfico”.



Para Malk la urbe es la sala de exposición donde leemos, intervenimos y nos nutrimos en una simbiosis entre ciudad y artistas. “Es tratar de llegar a ese arte que se estaba alejando y que siempre ha estado en el pueblo porque lo popular es cultura.” Piensa que, con el graffiti, el trabajador puede volver a casa con algo en que pensar sin predisponerlo a tomar ningún tipo de postura ni obligarlo a sentir el arte.



El museo de Malk está sobre la ‘pared prohibida’ en la Calle 11 del Poblado. Una gran pared blanca sobre la cual ha pegado carteles, ha hecho Freestyle y donde roció su primer esténcil. Su exhibición contiene el montaje de varios carteles: dos caras gigantescas con bracitos robóticos sosteniendo un cartón de leche, un arrume de cacharros en primerísimo plano delante de una familia sentada a la mesa que dice “Bad Soja, consumase al detal”, “Sniff, Sniff, sniff. Tan rayado gatito” para referirse a una cebra y una mujer desnuda sentada de espaldas volviendo hacia el frente su rostro de enormes ojos y labios seductores. El Micky Mouse de dientes filudos y el robot en Freestyle son los reyes del muro. Varios carteles oficiales han sido despegados a pedazos para dejar al descubierto el trabajo de Malk y Johnny Panick, Stink Fish, Ja y Pirobo, artistas invitados. Los carros bajan de prisa hacia la Autopista Sur y la luz que arroja el cachito de luna no es suficiente para alumbrar las obras de este museo al aire libre.



Una característica de los ex - Nabis es la participación que le dan a la gente. En el muro en Guayaquil, jíbaros, indigentes, vendedores y recicladores dejaron plasmadas algunas de sus vivencias diarias con la policía "¿Qué vengo a hacer por aquí señor agente? Pues a divertirme después del trabajo" y sentaron su voz de protesta "¿Por qué razón unos con tanto y otros con poco?"



La reserva de autoría, otra de las valencias, se encuentra en un punto intermedio entre el anonimato y el seudónimo del colectivo ejecutor. Los graffiteros buscan proyectar una imagen que genere recordación, reconocimiento o respuesta. Ya no es raro leer Ninjapingüino, Disney Wars, Tour, Malk o Mago Fernandini y, aunque en ocasiones la intervención sigue siendo clandestina, varios colectivos cuentan con página Web.



Si rayan a la vista de todos ¿qué tan espontáneo y veloz es el graffiti moderno? Tradicionalmente, el graffiti debe responder al deseo de ‘expresar o decir’ aprovechando el poco tiempo en que se hace el trazo por la falta de seguridad a la que se exponen.

Bad Soja prefiere improvisar aunque casi siempre pinte robots y enormes Micky Mouse de dientes filudos. “Esa emoción y ese maquillaje de clandestinidad, tener que esperar cierta hora, tener que mirar a los lados, controlar la emoción para no hacer algo feo, aunque la misma adrenalina obliga a pensar rápido. Voy a lo que el aerosol y el color me vayan dando con líneas rápidas y continuas. Me nutro de mis propias incapacidades o limitaciones para tratar de encontrar mi propio estilo, algo que logro con la espontaneidad y el arrojo. Tengo un universo y un imaginario que he trabajado en mi proceso artístico, pero siempre me enfrento a la búsqueda de la obra sobre la misma obra."

El trabajo de Tour, aunque menos espontáneo por el trabajo previo de la plantilla, siempre es hecho con el afán de saciar su sed por rayar. El cambio en sus hábitos, ahora rayan más de día, imprime cierto sello de legalidad y posibilita satisfacer la curiosidad de los transeúntes.



Para Daniel, la calle es su taller, pero la riqueza está en que cada uno hace lo que quiere sin planear demasiado para no perder la visión del graffiti. Han trabajado en lugares tan grandes que no terminaron de llenarlo porque el tiempo nunca ha sido una preocupación.

EL GRAFFITI, ¿ARTE?

La escenicidad implica una buena elección del lugar, de los colores y la ambientación, elementos que garantizan la evolución estética del graffiti. Con todo, Stink Fish no cree que el graffiti se haya estetizado prestando herramientas de la publicidad. Al contrario, piensa que la publicidad ha retomado la movida del graffiti.



Johnny Panick opina que la estética que se está generando es reforzada por el cambio generacional. “En los 80, usted podía rayar una pared, pero la gente lo veía como un pasquín. En este momento, la gente está cayendo en cuenta que puede destinar una pared para un trabajo planeado que no sea producto de la improvisación. Un trabajo planeado que implique sacar una plantilla o saber que voy a trabajar en una pared de determinadas dimensiones en la que voy a rayar algo de connotación religiosa porque voy a poner una imagen de Jesucristo con un balón de fútbol.”



Algunos de los diseños de Johnny Panick tienen influencia de la caricatura japonesa. La gran mayoría se distinguen por el corazón al revés que expresa ‘Love y Anti-Love’, polos opuestos y complementarios que encontraron válido y fácil de memorizar en la búsqueda de símbolo. Cree que sus intervenciones pueden considerarse artísticas, pero piensa que afirmarlo significa entrar en un debate con las personas que no opinan igual. “La palabra graffiti está satanizada. Graffiti es simplemente una técnica que puede ser reconocida en el trazado.” Este colectivo trabaja por la posibilidad de convertir el arte en una expresión popular y de generar debate ciudadano a partir de la sátira.



En la Loma de los Bernal, el Municipio de Medellín construyó un paseo que conduce a un parque para niños y jóvenes. Las rampas llevan a una gradería cementada en rojo cuyas contra-escalas llevan las marcas de Johnny Panick. Los pilares de cada lámpara exhiben un esténcil diferente: el corazón de Tour, un zorrillo, un George Bush con las letras HP -logosímbolo de Hewlett Packard- y una grabadora gigante y un Mike Tyson, íconos de su niñez. “Este parche me vio crecer” dijo uno de los habitantes del parque quien en compañía de sus amigos dijo aprobar los esténciles mientras empujaba la recién desmenuzada marihuana con la antena de su radio portátil dentro del forro de un cigarro.



Johnny Panick afirma que, a excepción de Ninjapinguino y Agite Magazín, los colectivos de Medellín se agrupan en el momento que encuentran un espacio para pintar. “Yo llamo a Mala Leche y lo invito a rayar cuando me dan aerosoles o una pared. Cada cual raya sus diseños, pero se trata de lograr una composición con elementos de simetría, repetición o color. Aparte de quienes rayan por ocio y por experimentar la técnica, considero que todos los colectivos de Medellín trabajamos bajo filosofías y conceptos diferentes aunque el fin de todos sea convertirse en el más reconocido.”



Mala Leche comenzó por la necesidad de querer rayar. Se nutría con las fotos de guerra de El Colombiano a las que, con un toque esteta, convirtió en carteles y prendas de vestir. Los canvas colgados sobre los muros de su taller tienen una figuración inclinada al comic underground que, opuesto al action comic, exalta al antihéroe tratando de hacer ver bellas las partes monstruosas y macabras. “El arte urbano, como el comic, ha sido un hijo bastardo de las artes cultas, pero por la post modernidad, por las nuevas lecturas y estéticas de los recientes artistas, todos los sub-artes cada vez adquieren más fuerza y relevancia.”



En el uso de los aerosoles, Malk necesita tener trabajar de acuerdo a los colores, al área y a los elementos del muro. “Cuando tengo un muro en blanco, veo una hoja limpia, pero también he encontrado rincones en los que veo cómo mi obra puede completar el paisaje sin agredir o dañar el bien privado. Decoración de exteriores como lo llaman los Excusa2.” Ese es un tema que ha discutido con varios colectivos porque sostiene que la clave es buscar muros de nadie, espacios residuales donde todo mundo hace lo que quiere, aunque no sea garantía de que la policía no los vaya a encerrar.



Bad Soja opina que los colectivos se encuentran en técnicas e ideales, pero con gran diversidad temática. Reprueba las tipografías metaleras de las barras bravas y considera que quienes rayan por estética y por investigación de imágenes son de ‘cierta especie’. “Soy tan apolítico que termino siendo completamente político. Hay política de partidos, pero está la acción política para generar consciencia social en la que cada individuo toma partido.”



Daniel se pregunta “de qué forma se puede generar con el arte otras cosas aparte de alimentar un ego de artista”. En la búsqueda de su propuesta, siempre contextualiza sus intervenciones de acuerdo al lugar. En El Salvador pintaron una persona apuntando con un arma causando revuelo en la comunidad. En Guayaquil, la misma imagen tuvo tanta aceptación que incluso un niño pintó una persecución en la que un hombre dispara con una ametralladora. Después de ver tanta gente olvidada por la sociedad, Daniel no pudo salir a pintar en meses.



Gladis, una vendedora ambulante ubicada a la entrada del Jardín Botánico, como muchos otros habitantes, ha aprendido a ver el graffiti con una mirada cómplice. Ella recuerda jocosamente que en el 2005, antes de la Feria de las Flores, mientras varios jóvenes pintaban los muros del Jardín, un transeúnte gritó desde la acera "Oiga, satánico, no pinte esas cochinadas". El aludido joven de pelos rojos y parados repuso "¿Satánico yo?" y el hombre con furia reafirmó "Si, usted" y se alejó.



Por parte de la autoridad, dos a uno están en contra del graffiti. “¿Vino a entregarse usted misma? inquirió uno de ellos cuando le pregunté si había visto rayar la pared de la Calle 11. “Es que donde los pille, los agarro del forro”. Otro de ellos fue muy parco, pero en pocas palabras sentó su punto de vista “La pared y la muralla son el papel del canalla”.



Medellín es y será un enorme lienzo impregnado de imágenes que a veces nos abruman. El ojo rechaza la valla, el muro, el poste y se defiende con un rápido parpadeo y un oteo al horizonte. No obstante, cuando la complicidad del observador furtivo se detiene en imágenes que despiertan sensaciones, como dice Daniel, “El graffiti comienza a trascender en vez de ofender”.